En esta pretemporada, Yirsandy Rodríguez retomará su columna contándonos las historias de varios de los jugadores más subvalorados del béisbol cubano en este siglo XXI. Inicialmente, habrá una historia cada semana y, luego, a medida que avance la pretemporada en este invierno, esta serie de “Los subvalorados del béisbol cubano” podría aparecer más de una vez por semana. Sí, será divertido y emocionante recordar a varios de los peloteros que quizás no llegaron a ser superestrellas, pero definitivamente aportaron grandeza y entrega a sus respectivos equipos. Esperamos que te sumes a este viaje por el tiempo y lo disfrutes.
“30 2B”: Número y posición, fue la simbología en las pizarras de los estadios de Cuba, con la cual los fanáticos se familiarizaban para informarse y aprender cada alineación de los equipos.
En ese lenguaje tradicional hasta finales de la década del 2000, el “30 2B” ilustrado en cada juego de Isla de la Juventud, recordaba al intermedista Alexander Ramos Rabell. Pero lo más emocionante de apreciar su presencia, fue ver cómo Alexander se convirtió en el “Caballo de Hierro” del béisbol cubano, luego de aparecer de manera consecutiva en 1,112 juegos oficiales.
Ramos entendió que, además de los premios al luchar en el terreno de juego o reunir récords, lo más importante era competir. Entregarse sin medida. Sobrepasar obstáculos, momentos difíciles y sacrificios típicos en la vida de cualquier cubano deportista de alto rendimiento, pero estar ahí, siempre en la línea para defender a su equipo de béisbol.
“El amor a la camiseta estaba por encima de todo, incluso de los récords personales”, me dijo Alexander Ramos en 2005, durante la última temporada de su carrera. ¡Jugar béisbol! Esa era la clave. Simplemente, competir. Y con esa filosofía, Alexander logró trascender para ganarse un digno lugar en la historia de las Series Nacionales.
A veces, cuando arribaba al estadio unos minutos antes de iniciar algún partido de La Isla contra Metropolitanos o Industriales en el “Coloso del Cerro” y no tenía tiempo suficiente para ver el calentamiento, estaba confiado de que mis ojos encontrarían ese “30 2B” en la pizarra. A veces en el segundo turno, otras en el tercero o el quinto, daba igual, el caso era que Alexander Ramos sería anunciado. Eso no fallaba.
Siempre fue de mis jugadores favoritos, porque no solo consideraba y reconocía el valor de extender un récord de juegos jugados consecutivos: También admiraba su arte para batear, y la combinación que logró junto al shortstop Juan Carlos “El Sopa” Moreno.
Entonces, si analizamos la carrera de Alexander Ramos en una época donde le fue difícil integrar el team Cuba a pesar de pertenecer a la élite entre los mejores segundas bases, navegó a través de dos décadas como uno de los peloteros más subvalorados de su generación. Tal vez fue porque, inconscientemente, su impacto de alguna manera estuvo a la sombra de la marca histórica que aumentaba con cada juego jugado.
Sin embargo, en los años que disfruté verlo entrar a la caja de bateo, obtener una pieza magistral hacia su lado opuesto del campo y moverse alrededor de la segunda almohadilla, aprecié que Ramos le daba sentido a cada acción y responsabilidad en el terreno. Y así, como mismo captó mi atención, estoy completamente seguro de que otros apasionados del béisbol se sintieron orgullosos de haber visto jugar a Alexander Ramos.
Por eso nunca podría olvidar que, más allá de aquella impresionante racha, apareciendo en 1,112 partidos consecutivos, el “Caballo de Hierro” pinero también demostró haber sido un bateador respetado. A decir verdad, el poder no era la mayor virtud de Alexander, quien se caracterizó, sobre todo, como uno de los mejores bateadores de contacto de su época.
En la 27 Serie Nacional (1987-88), Ramos debutó a los 19 años y bateó .332/.357/.395 en los primeros 200 de los 6,680 viajes que dio por el plato. Ese fue un gran debut con Isla de la Juventud y, desde el inicio, la muestra de un enfoque capaz de conseguir éxito como pocos en el béisbol cubano. Después de aquel primer año, Alexander siguió ascendiendo, hasta aumentar su OPS de .752 (a los 19 años) a .763 a los 21 años.
Y, de ahí en adelante, cada uno de sus promedios durante el resto de su carrera fueron admirables hasta los 36 años: .326, .311, *.287, .326, .350, .376, .400, .355, .365, .334, .312, .404, .330, .373, .333 y .330.
¡.330 a los 36 años, en su última temporada! ¡Sólo una campaña por debajo de los .300!
¿Grandioso, verdad? Y eso sentirás siempre que se recuerde la carrera de Alexander Ramos, cuando comienzas a rememorar o conocer qué impacto desató realmente cada uno de esos promedios: Ganó dos títulos de hits, en 1995 (100 con bate de aluminio) y 2001, cuando bateó 147 hits y promedió .404, ya con bate de madera. Pero, ¿sabes qué categoría se ganó el intermedista pinero entre 1995 y 2005, durante las últimas 11 temporadas de su carrera?
Posiblemente, tras la investigación que realicé hurgando en la historia mientras me preparaba para escribir esta pieza, ahora juntos descubrimos esto: ¡No hubo un bateador con más hits que Alexander Ramos en esos 11 años!
Y lo que es aún más espectacular: Lideró con 1,234 hits, sacándole ventaja de 135 a su perseguidor más cercano, otro segunda base, Enrique Díaz (1,099). De los 196 bateadores con al menos 1,000 PAs (apariciones en home) en dicho lapso (1994-2005), el otro bateador que sobrepasó los 1,000 hits fue el santiaguero Manuel Benavides (1,077). Además de liderar los hits, Ramos integró el “Top-Five” en otras importantes categorías como: Promedio (4to, .355), dobles (3ro, 179), extra bases (4to, 291) y remolcadas (4to, 510).
O sea que, si de aptitud e integralidad como bateador se trata, Alexander Ramos fue uno de los hombres más estables y admirables de su época, aun cuando bateó apenas .245 tras 115 apariciones al bate en playoffs.
Sus sluggings no brillaron de forma exorbitante —aunque en 10 de sus 18 campañas sobrepasó los .450—, pero Alexander registró 415 extra bases (268 dobles, 35 triples y 112 jonrones) en Series Nacionales. Y, ¿sabes qué hazaña encabezó de manera sensacional el 11 de mayo de 2005? Se inscribió en la historia como el primer jugador que arribaba a los 2,000 hits con jonrón, cuando le botó la pelota al diestro santiaguero Ormari Romero, en el estadio 15 de mayo durante el séptimo inning.
Supliendo el poder con la incesante habilidad de rociar un centenar de hits prácticamente cada año, Alexander, como la mayoría de los bateadores de la Isla —debido a las cortas dimensiones del estadio Cristóbal Labra por la banda derecha— se convirtió en un maestro conectando hacia el right-center.
Su producción fue tan consistente, que registró al menos 100 hits en 10 de sus últimas 11 temporadas. A ese ritmo, luego de 18 temporadas, Alexander Ramos sin dudas se consagró entre los bateadores más respetados de la historia: Su promedio de .339 es actualmente el séptimo de bateadores retirados con al menos 2,000 apariciones en home.
Ese, al final, quizás sea el registro por el cual, quienes no lo vieron jugar, reconozcan su legado entre tantos bateadores de calidad que han pasado por las Series Nacionales. Sin embargo, el sentimiento especial que inspiró en la fanaticada Alexander Ramos Rabell, convirtiéndose en uno de los peloteros más queridos y respetados de la afición cubana, lo ha hecho trascender más allá del béisbol.
Además de sus grandes éxitos personales, la consagración de Alexander fue clave en una época donde el equipo de Isla de la Juventud logró armar un gran team work y saltar a la élite, al punto de que varios de sus bateadores se disputaban cada año los títulos en hits: Michel Enríquez (quien dejó el récord vigente con 152 hits en 1999), Orlis Luis Díaz (136 en el 2000) y Luis Felipe Rivera (136 en 2002).
Cada uno de aquellos combativos jugadores de La Isla tuvo su gran crédito bajo la dirección del manager Armando Jhonson, pero sin dudas Alexander Ramos sobresalía entre las principales figuras, gracias a su rendimiento y entrega total. Y así será recordado el “Caballo de Hierro” de las Series Nacionales: Como el hombre que lo dio todo en el terreno de juego, superando más que dolores físicos, la subvaloración de su legado.
Venció duros momentos en lo personal —la muerte de su madre fue una irreparable pérdida— y dentro del béisbol, tiempos en los que rendía para representar a Cuba en eventos internacionales, pero no fue valorado lo suficiente. Sin embargo, aún así, jugó cada día para la fanaticada nacional que aún lo guarda en sus corazones.
Alexander Ramos demostró, sobre todo, clase, amor a la camiseta y dedicación, por eso nunca olvidaremos que fue uno de los grandes jugadores de todos los tiempos.
(Fotos: Archivo de BaseballdeCuba)
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