En esta pretemporada, Yirsandy Rodríguez retomará su columna contándonos las historias de varios de los jugadores más subvalorados del béisbol cubano en este siglo XXI. Inicialmente, habrá una historia cada semana y, luego, a medida que avance la pretemporada en este invierno, esta serie de “Los subvalorados del béisbol cubano” podría aparecer más de una vez por semana. Sí, será divertido y emocionante recordar a varios de los peloteros que quizás no llegaron a ser superestrellas, pero definitivamente aportaron grandeza y entrega a sus respectivos equipos. Esperamos que te sumes a este viaje por el tiempo y lo disfrutes.
Si había un equipo difícil para lanzar y obtener éxito en la década de 2000, ese era Metropolitanos. Nunca fildearon para un promedio superior a .975 y batearon más de .303 únicamente en 2008-2009. El staff más dominante de la década lanzó para 4.63 (2003-2004) y, en la mitad de las series, cerraron con inefectividades superiores a 6.00.
En las siete temporadas entre 2004 y 2011, cuando Juan Padilla terminaba su ciclo como manager y fue sustituido por Jorge Milián, el equipo de Metropolitanos terminó cinco veces en el último lugar de la Serie Nacional.
De todas esas campañas, la 45 Serie fue el peor ejemplo de desastre, cuando los “Rojos” de la capital cerraron con marca adversa de 19-69 —promedio de victorias de apenas .216—, un récord negativo para entonces. Obviamente, una de las principales razones de la desaparición de los Metros, fue esa falta de competitividad, matizada por los traspasos de jugadores hacia Industriales. Sin embargo, dentro de la debacle generalizada en una época donde comenzaron a salir del país varios talentos de la capital, también hubo jugadores que marcaron la diferencia.
Y si antes habíamos recordado lo difícil que resultaba lanzar con equipos inconsistentes de Metros a mediados de la década de 2000 —sin el apoyo ofensivo necesario y una defensa endeble—, entonces vale señalar el impacto de un veterano admirable: Luis Alberto González González.
¿Luis Alberto? Así suena diferente, ¿verdad? ¡Sin duda!, porque la mayoría de los seguidores del béisbol en su época lo llamaban “El Queso”. Con su tradicional número “22” en la espalda, Luis Alberto cerró su carrera dentro del selecto Club de 26 lanzadores con al menos 19 temporadas en Series Nacionales.
Debutó en 1987-1988, con Metropolitanos, el mismo año donde fueron novatos otros lanzadores que hicieron historia en sus provincias como el camagüeyano Teófilo Pérez, el granmense Ernesto Guevara Ramos, y el holguinero Osvaldo Fernández Rodríguez. Sin embargo, ninguno de ellos fue más duradero que “El Queso”, quien se convirtió en el pitcher más longevo de aquella clase de 1988. Pero, además de eso, lo más interesante fue al nivel de dominio y consistencia que terminó su carrera, cuando cualquier probabilidad indicaba lo contrario: Luego de 11 años consecutivos con Industriales, donde esculpió marca de 68-37 en Series Nacionales, fue enviado de nuevo al staff de Metropolitanos.
Para entonces, en el invierno de 2003 de cara a la 43 Serie Nacional, “El Queso” tenía 34 años. Hacía apenas seis meses, había celebrado su segundo título con Industriales, a pesar de que se fue con discreta marca de (1-1) y lanzó para 5.32 de efectividad en aquella 42 Serie Nacional. En las 15 temporadas donde al menos lanzó 40 innings, ese había sido el peor promedio rubricado por “El Queso”, quien llegó a encabezar la rotación de Industriales. De hecho, en 16 series entre 1988 y 2003, Luis Alberto marcó 10 veces efectividades inferiores a las 4.00, incluyendo 1.97 en 132 ⅔ innings, cuando se fue con balance de 11-4 en la 37 Serie —el último año en que se utilizó el bate de aluminio—.
Durante sus 12 campañas antes del regreso del bate de madera en 1999, a Luis Alberto le batearon una sola ocasión por encima de .300 (.324), y fue a los 21 años con Metropolitanos en 1990. Aún era inexperto, y la maestría que ganó con el tiempo para colocar su bola rápida sobre lo bajo todavía era un proceso en desarrollo. Pero, con el tiempo, “El Queso”, aunque nunca fue un pitcher superestrella o con un físico que asombrara, se destacó lo suficiente como para brillar en la élite de las Series Nacionales.
Precisamente en 1996, su marca invicta de 5-0 (3.42 ERA) lideró la liga en promedio de victorias, antes de ser campeón con Industriales y lanzar para 2-0 durante cuatro aperturas en la postemporada. Aquella era su cuarta temporada con los Azules, pero la segunda donde realmente recibió la responsabilidad de abrir juegos. Y, tras ser campeón e irse con actuación perfecta de 7-0, “El Queso” comenzó el salto de calidad más recordado de su carrera.
Dicho ascenso fue a tal nivel que, entre 1996 y 1999, Luis Alberto se convirtió en el principal pitcher de Industriales. En ese lustro, registró marca imbatible de 46-17, ganando el 73% de sus 63 decisiones en temporada regular. A base de buen control y su acostumbrada mezcla de slider, curva, cambio de velocidad y el constante ataque sobre la zona baja, “El Queso” consiguió éxito sin igual entre los pitchers capitalinos durante esos años. Lanzó para 2.62 de efectividad, 1.25 WHIP y dejó a la oposición que lo desafiaba una y otra vez con el bate de aluminio hasta 1999, en pobre línea ofensiva de .246/.317/.337/.654 (BA/OBP/SLG/OPS).
¿Los únicos pitchers en toda Cuba que obtuvieron mejor promedio de victorias que Luis Alberto González entre 1996 y 1999?:
*Lanzadores con un mínimo de 240 entradas lanzadas en ese lapso.
José Ariel Contreras, .806 (50-17)
Jorge Luis Machado, .737 (42-15)
José Ibar, .732 (60-22)
Luis Alberto González, .730 (46-17)
Vale señalar, que en esos años tres de sus cuatro temporadas con al menos 10 victorias fueron vitales, incluyendo las 12 en 1998, el mayor registro de su carrera, cuando marcó 130 strikeouts.
Una virtud que siempre demostró “El Queso”, fue su aplomo y coraje para lanzar strikes retando a los bateadores, pero su gran habilidad era la inteligencia sobre el montículo. Dibujar pitcheos, engañar. Permitir contacto débil de los bateadores, avanzar en el juego y poder controlar las situaciones de presión más apremiantes. Y así viajó en el tiempo con éxito, al punto de cerrar sus 12 temporadas con marca de 52-31, 3.32 ERA y apenas .250 de promedio permitido en la era del bate de aluminio.
Sin embargo, a pesar de todos esos momentos y la probada calidad de Luis Alberto González, como uno de los pitchers tal vez “subvalorados” de su época, el camino rumbo a su registro final de (102-60) en 1,581 innings, fue una de las fases que más admiré en su carrera. Y eso, sobre todo, lo justifico por lo improbable que resultó: (A) Regresó a Metropolitanos con 34 años y 16 series acumuladas. (B) Venía de su peor temporada con 5.32 de efectividad. (C) Durante su primer año de regreso con Metropolitanos, el equipo había promediado 37 victorias en las tres temporadas anteriores, quedando en el 15to lugar durante la 41 Serie Nacional. (D) Su papel protagónico ya no sería como abridor, algo razonable, pasando al bullpen. Pero, si analizábamos aquellas recientes probabilidades de victorias antes de 2004, ¿cuántas veces el manager Juan Padilla le entregaría la pelota para sostener una ventaja por al menos un tercio de juego?
Con ese nivel de expectativa, entrando en la 17ma temporada poco antes de cumplir 35 años, todo parecía indicar que, durante la 43 Serie Nacional, posiblemente “El Queso” habría estado lanzando sus últimos innings en Series Nacionales. Todo lo indicaba: La curva descendente de su rendimiento, incluso cuando ya no cargaba con la misma responsabilidad en el staff de Industriales a inicios de los 2000.
Esto era lo que nos ilustraban los números de Luis Alberto González:
- Últimas dos temporadas antes de regresar a Metropolitanos en 2003-2004: 7-5, 3 SV, 120 IP, 142 H, 4.73 ERA, 68 SO, 47 BB, 12 HR, 5.1 SO9, 3.5 BB9, 10.6 H9.
- Anteriores tres temporadas a esas dos, lanzando con Industriales: 25-15, 1 SV, 365 ⅓ IP, 318 H, 2.54 ERA, 214 SO, 117 BB, 19 HR, 5.2 SO9, 2.8 BB9, 7.8 H9.
Las regresiones eran tan visibles como los frecuentes récords perdedores de Metropolitanos en la década del 2000. Y, aunque las tasas de bases por bolas y strikeouts apenas se movieron, “El Queso” estaba permitiendo casi tres hits más, un incremento que terminó desvalorizando su efectividad de 2.54 a 4.73 durante esos los lapsos comparativos.
Entonces, ¿quién podía esperar lo que sucedió en 2003-2004, cuando Luis Alberto González lanzó para 1.57 de efectividad en 74 ⅔ entradas? Sí, ¡a veces no puedes predecir el béisbol! Aunque, a decir verdad, este fue uno de esos tantos casos que rompen la dinámica de las probabilidades más esperadas.
Durante 30 relevos, “El Queso” cerró con marca de (11-1) y salvó nueve partidos. ¿Qué significó eso? El 46.5% de las 43 victorias de su equipo, en un año donde Metropolitanos llegó a la última subserie de la temporada regular con posibilidades de clasificar a los playoffs. Así que, cada actuación de Luis Alberto encabezando el cuerpo de bullpen, fue vital en un año donde el 70% de sus relevos fueron con ventaja.
Obviamente, como les ocurre con frecuencia a los relevistas en el béisbol, también perdió ventajas en partidos donde luego obtuvo la victoria.
El resultado fue tan admirable como su entrega y consistencia, pero “El Queso” demostró que no había sido simplemente un año sorpresa gracias a su experiencia acumulada:
- Durante aquellas últimas tres temporadas que lanzó con Metropolitanos en Series Nacionales, todas bajo la dirección de Juan Padilla, participó en el 48.4% de los éxitos del equipo. ¡Sensacional!
- Lanzando entre sus 34 y 37 años, Luis Alberto González ganó 16 juegos y salvó 30, para un total de 46 participaciones en los 95 triunfos de Metropolitanos. Después de su gran serie de 11-1, nueve salvamentos y 1.57 de efectividad en la 43 Serie Nacional, salvó 12 partidos al año siguiente y lanzó para 2.98.
En decisiones, la peor de aquellas tres campañas fue la tercera, cuando “El Queso” registró marca de 1-7 4.26 ERA, pero incidió en 10 (9 salvados) de los pobres 19 ganados de Metros durante 88 juegos de la 45 Serie Nacional. Su efectividad de 4.26 fue alta, pero si la comparamos con la de 6.21 del colectivo, podríamos destacarla como sobresaliente —el único con un promedio mejor fue el zurdo Yadiel Torres, quien registró marca de (1-7) y 4.24 ERA—.
Y si extendemos el filtro para analizar el rendimiento general durante aquellas tres series (43, 44 y 45), podemos encontrar algunos registros sorprendentes de Luis Alberto González:
- Tras aparecer en 89 relevos luego de 268 juegos del equipo en el desconcertante tramo entre 2003 y 2006, “El Queso” marcó asombrosos números dentro de las decisiones: 46.5%, 48.4 y 52.6% fueron los porcentajes de incidencia en las decisiones del equipo, sumando las victorias y sus juegos salvados.
- Apenas un hombre de los 20 lanzadores con al menos 40 innings en aquellos tres años, marcó una efectividad inferior a 3.00: ¡”El Queso” González!, registrando 2.86 ERA en 196 innings.
- Luis Alberto también lideró en WHIP (1.29) y el más bajo OBP, .330. -Salvó 30 juegos: ¿Quién fue el pitcher que más se le acercó?: Lázaro de La Torre, con tres. De hecho, el resto del equipo sumó 18 salvamentos (¡12 menos!) en 2,142 innings.
- Participó en 46 victorias, con los antes mencionados 16 éxitos y 30 rescates: ¿El siguiente en la lista del staff? El desaparecido zurdo de Centro Habana, Luis Felipe Díaz, con apenas 18.
Impresionante consistencia, que se hace aún más meritoria cuando recordamos bajo la incierta probabilidad de conseguir éxito para cualquier pitcher de Metropolitanos durante aquellos años.
“Es un juego que se gana por carreras, pero tenemos que sacar tres outs por inning. ¡Son 27 outs normalmente!, ¿no? Entonces, ¿por qué alejar los pitcheos de la zona de strike? ¿Por qué no retar a los bateadores?”, dijo ‘El Queso’ en una tarde en el bullpen, reflexionando junto a otros jóvenes lanzadores del equipo.
“Hay que lanzar strikes para avanzar en el juego y poder tener oportunidad de ganar”, han sido palabras que trascendieron en mi memoria durante todos estos años. Y si con sus hazañas Luis Alberto “El Queso” González se ganó la admiración a través de su paso por las Series Nacionales, también es justo decir que, escondido tras la coraza de aquel luchador incansable sobre la lomita, había una gran persona. Un hombre sencillo y entregado con amor al béisbol, que nos dejó un claro mensaje cuando parecía vencido por el tiempo: ¡Nunca te rindas!
“El Queso” no lo hizo. Y, a pesar de volver a los Metros en el ocaso de sus días como lanzador —vistiendo el mismo uniforme con el cual impulsó una carrera de casi dos décadas (19 series)—, siguió adelante.
Si amas este deporte, difícilmente no aprecies cuánto significó su impacto, una obra de sacrificio y superación digna de admirar.
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