En esta pretemporada, Yirsandy Rodríguez retomará su columna contándonos las historias de varios de los jugadores más subvalorados del béisbol cubano en este siglo XXI. Inicialmente, habrá una historia cada semana y, luego, a medida que avance la pretemporada en este invierno, esta serie de “Los subvalorados del béisbol cubano” podría aparecer más de una vez por semana. Sí, será divertido y emocionante recordar a varios de los peloteros que quizás no llegaron a ser superestrellas, pero definitivamente aportaron grandeza y entrega a sus respectivos equipos. Esperamos que te sumes a este viaje por el tiempo y lo disfrutes.
Hay momentos que definen por el resto de su carrera a varios jugadores de béisbol.
Suele suceder de ambas formas: O terminan de “héroes” o “villanos”. A veces, para algunos peloteros, el error o un ponche imperdonable ha sido la condena que han arrastrado a través de su vida deportiva en el béisbol. Sin embargo, en otros casos, suele ser la grandeza de golpear el batazo oportuno en una situación decisiva de juego, que luego trascendió como inolvidable en el tiempo.
Ahora, tal vez estés intentando recordar los nombres de “héroes” o “villanos” beisboleros que te marcaron, pero no creo que haya muchos casos como el de Ernesto Molinet. ¿Recuerdas? Sí, posiblemente lo que sucedió en el noveno inning del Juego 4 de la final de 2009 entre el equipo Habana y Villa Clara, haya sido el viaje más vertiginoso de ser “villano” a “héroe”.
Con dos outs en el final de la novena entrada, Ariel Pestano parecía dominado por José Ángel García, golpeando un rolling inofensivo por segunda. ¡El campeonato de los Vaqueros estaba a ley de un corto disparo al mascotín del inicialista Roberto Zulueta! Pero… Molinet, quien recogió sin apuro, celebró con la pelota en la mano derecha antes de bombearla a la inicial, y acto seguido su tiro fue imposible de controlar por Zulueta.
“¿¡A dónde la tiraste, Molinet”!?, expresó a viva voz el ex narrador de Radio Cadena Habana, mi amigo Rodolfo Durán, frase que viajó por el silencioso pasillo de las cabinas en el estadio Augusto César Sandino. Durán, quien describió cada juego del equipo Habana por casi dos décadas, esperaba narrar el out 27 en aquel Juego 4, y saltar de alegría con el primer grito de campeones de los Vaqueros en la historia de las Series Nacionales.
Sin embargo, la inesperada pifia de Molinet que le dio vida a Pestano, fue aprovechada por los explosivos “naranjas” de Eduardo Martín: Dos sencillos consecutivos, del catcher Yulexis La Rosa y el emergente (zurdo) Dian Toscano igualaron 3-3 el score. En apenas un abrir y cerrar de ojos, luego de una disertación dominante de pitcheo, con 12 strikeouts en 8 ⅔ innings, el zurdo Yulieski González debió abandonar el montículo.
Recuerdo que Molinet, quien a diario demostró sobrada entrega y vergüenza deportiva tanto como valor para asumir la presión en playoffs, se tapó el rostro con el guante mientras José Ángel García subía al montículo. Un inning más tarde, en el décimo, Villa Clara evitó la barrida.
Sencillo y robo de segunda de Aledmys Díaz, además de un wild pitch, seguido de dos bases por bolas intencionales (a Andy Zamora y Ariel Borrero), le dejaron la escena lista al quinto bate Ramón Lunar, quien decidió el juego (4-3) con hit de línea al centerfield ante José Ángel.
Mientras Villa Clara celebraba en el terreno al menos una victoria de consuelo frente al imbatible staff de pitcheo del equipo Habana, Ernesto Molinet vivía, sin lugar a dudas, el peor momento de su carrera.
Y, a pesar de que la serie final estaba 3-1, realmente sin la más mínima señal de peligro para los Vaqueros en su ansiado viaje camino al título, el “Molino de Santa Cruz” estaba pensando en ese momento que se le escapó a su equipo. Sin embargo, después de haber pasado aquella frustrante noche en Santa Clara, Molinet hizo lo que siempre supo demostrar a través de una década en Series Nacionales: Crecerse. Afrontar los retos.
Nunca defraudar a su padre, su familia y, como siempre decía, a la fiel afición de los Vaqueros que tanto esperó por ver a su equipo ganar un campeonato.
Entonces, una vez más, Molinet salió a asumir las responsabilidades de un lineup que no se caracterizaba por frecuentes destellos de poder o velocidad, y dependía en gran medida de aquel magnífico staff de pitcheo que dominó la liga por varios años. Así pues, la historia del Juego 5 de la final en la 48 Serie Nacional parecía un déjà vu de pitcheo: Miguel Alfredo González —quien dolorosamente murió años después en un accidente automovilístico—, mandó a apagar las luces del estadio Augusto César Sandino, con otra joya de pitcheo.
“Miguelito”, encabezó el éxito 6-0 con ocho strikeouts en sus nueve entradas, para terminar invicto con 5-0 los playoffs de 2009. Pero, antes de cerrar el inicio del noveno, como si fuera la escena justa que le faltaba al guion perfecto, Ernesto Molinet Domínguez resarció su error con un jonronazo a lo profundo del leftfield ante el relevista Yosvany Pérez.
¡Eso fue emocionante! Y, aunque el juego estaba ya decidido, Molinet logró el resultado que persiguió toda la noche, incluso después de fallar en sus primeras cuatro visitas a la caja de bateo. Cuando llegó al plato, el clásico “7” de los Vaqueros del manager Estéban Lombillo tenía lágrimas en sus ojos. Sus amigos lo recibieron celebrando en el dugout, y una vez más, pudimos apreciar el aplomo de quien fuera un bateador clave en La Habana para obtener su primer título en Series Nacionales.
Ciertamente, no era el día decisivo, como los juegos de “vida o muerte” cuando el Habana desafió al poderoso equipo de Pinar del Río en Semifinales. Tampoco se discutía una final donde los villaclareños se habían rendido. Pero, con la serie en desventaja 3-1, y viendo a Miguel Alfredo González subir a la colina en el Juego 5, las oportunidades de remontar eran tan ínfimas como la efectividad de 1.18 del as de los Vaqueros.
Entonces, era cuestión de tiempo, pero también de honor, al menos para Ernesto Molinet, quien, con su talento y virtudes como bateador, ya se había ganado el respeto de la afición y los lanzadores de la liga. De hecho, si tuviéramos que escoger al principal contribuidor del equipo Habana en aquella postemporada, ese debería ser Molinet. Pero, incluso si su error hubiese exterminado las esperanzas de los Vaqueros, aunque ahora la historia fuera diferente, nunca podría olvidarse que gracias a su rendimiento el equipo avanzó hasta discutir el título.
En aquella postemporada de 2009 el swing y la disciplina en el plato de Molinet fue tan decisiva en el lineup de los Vaqueros que, luego de sus 76 apariciones en home, terminó implantando récords en playoff para el equipo. Con el jonronazo ante Villa Clara en su último turno de la postemporada en el Juego 5 de la final, Molinet destrozó el récord de cuatro jonrones y 11 remolcadas, impuesto por el veterano Luis Ignacio González en los playoffs de 2005.
Al desaparecer el equipo Habana en la 50 Serie Nacional, las marcas de cinco jonrones y 17 empujadas quedaron intactas entre los récords individuales en postemporada. Además de los bambinazos, en los playoffs de 2009 Molinet agregó dos marcas más, con 17 carreras anotadas y 14 bases por bolas.
De manera general, en el lapso entre la 45 y 50 Series —los últimos seis años del equipo Habana en Series Nacionales—, Molinet registró sus mejores temporadas ofensivas.
El poder y la disciplina en el plato extendidos a cualquier situación de juego fue su gran virtud como bateador, pues a la defensa nunca fue sobresaliente. Por eso, a pesar de fildear para .973 en 485 juegos entre 2006 y 2011, desempeñándose en varias posiciones del infield y el outfield, Molinet compensó sus pifias con alta producción como bateador de “Clutch”.
Si de consistencia se trata en su época desde que asumió la titularidad con los Vaqueros a mediados de la década de 2000, Molinet rindió de manera sobresaliente. En nueve de sus 10 temporadas, promedió al menos .380 OBP (Porcentaje de embasado), en cuatro produjo slugging superiores a .500s y sumó par de veces 18 jonrones, en 2008 y 2011, respectivamente. En las seis campañas con al menos 40 RBIs, promedió 54 bases por bolas y ocho veces marcó OPS superior a .890 con corredores en bases.
Precisamente en esta última y complicada asignatura para los bateadores en cualquier liga, la de remolcar carreras, Molinet brilló alrededor de la élite nacional. Su impacto fue tan admirable entre 2006 y 2011, que cerró como el segundo intermedista con más carreras impulsadas del empate o la ventaja (91), superado únicamente por el tunero Danel Castro —quien fue bateador designado desde casi la mitad de la década—. ¿Quiénes le siguieron a Danel y Molinet? Quizás otros nombres que esperabas encabezando la lista: Yeison Pacheco (Holguín: 81), Yoilán Cerce (Guantánamo: 70) y Héctor Olivera (Santiago de Cuba: 64).
Y si cerramos el filtro para analizar el impacto de Molinet con los Vaqueros de La Habana, las comparaciones se reducen a la disputa con el antesalista Michel Rodríguez. Pero Molinet lo aventaja en casi todos los medidores, aunque están bastante parejos:
Estadísticas entre 2006 y 2011 (los últimos seis años del equipo Habana)
Molinet: .304/.422/.490/.912, 183 OPS+, 105 2B, 66 HRs, 181 XBH, 321 RBIs, 18.8% RBIV%
Rodríguez: .308/.415/.430/.845, 163 OPS+, 105 2B, 40 HRs, 150 XBH, 305 RBIs y 18.2% RBIV%
En términos de habilidades expresadas a través del poder, la capacidad para embasarse, golpear extra bases y el bateo oportuno, Molinet fue más completo. Registró mejor porcentaje de embasado, más alto slugging, OPS+, jonrones y remolcadas. Y, si de estadísticas importantes se trata, “El Molino de Santa Cruz” también mandó ligeramente en RBIV% (por ciento de carreras remolcadas de la victoria por juego), al producir 18.8% sobre el 18.2% de Michel Rodríguez.
Ese último registro, con el cual Molinet se ubicó en el 12do. puesto entre los mejores empujadores (de 2006 a 2011) que encontraron al menos 850 corredores en posición de anotar, describe su potencial y talento como bateador. Pues, aunque la producción general no estuvo a la altura de un pelotero superestrella, el éxito que disfrutó Molinet en momentos decisivos fue respetable. Y eso no fue sólo por los récords que dejó con La Habana en playoffs.
No, porque a pesar de la importancia de esos números, las historias de cómo lo hizo suenan aún más sensacionales: Los jonrones contra Pedro Luis Lazo, en especial el del Juego 5 de la Semifinal en 2008, cuando se la botó por el centerfield del Nelson Fernández para abrir el marcador 3-0. El hit de línea en el onceno inning, que movió hasta tercera a Dennis Laza con la posible carrera de la victoria en el Juego 6 de ese mismo año.
Usualmente, recordamos el passed ball de William Otaño con un lanzamiento del novato zurdo Raudel Lazo, pero antes Molinet fue quien colocó el pase a la final a 90 pies del plato. ¿Recuerdas el hit que rompió el empate 6-6 ante Yosvany Torres en el Juego 4 de 2008? Aquella noche, los Vaqueros ganaron 10-6 y volvieron a igualar (2-2) la serie Semifinal contra Pinar del Río. ¿Y las seis remolcadas de ocho anotaciones en un rally de La Habana, cuando Molinet conectó dos jonrones en el quinto inning del Juego 5?
¡Momentos emocionantes! ¡Definiciones! Por eso nunca deberíamos “subvalorar” a los jugadores que, aun cuando no trascendieron como grandes estrellas a través de todos los tiempos, fueron capaces de protagonizar hazañas épicas en situaciones decisivas. Y, de todos esos admirables peloteros, Ernesto Molinet hizo historia con los Vaqueros de La Habana.
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