Como fanático del deporte de las bolas y los strikes, crecí escuchando historias de las grandes estrellas del béisbol cubano.
La conexión con varias de ellas suele ser apasionante cuando tienes la oportunidad de ver jugar a tus jugadores favoritos y héroes beisboleros de la infancia. Sin embargo, en este sentido, siempre hubo una desconexión que desafiar: El conocimiento de la historia del béisbol cubano profesional que, durante buena parte de mi infancia y más, fue complicado obtener.
Escuchaba nombres y anécdotas sobre hazañas protagonizadas por estrellas cubanas que brillaron en el béisbol profesional dentro y fuera de la nación, pero nunca me parecía suficiente. Aun así, idolatré, gracias a mis tíos, a icónicos jugadores que lograron convertirse en leyendas y, lo más importante: Abrirle camino a las siguientes generaciones de cubanos que buscaron hacer realidad su sueño de llegar a las Grandes Ligas.
Esas fueron algunas de las razones por las que recordé cada charla de béisbol con mis tíos: Beto era fanático a Minnie, Tiant Jr. y Tony Oliva, mientras Guillermo adoraba a Sandy Koufax—aún me parece escucharlo decirme en inglés a su manera, “Sandy Kufá”, para acortar mi primer nombre—. Así que disfruté la esperada noticia que se dio a conocer este domingo 5 de diciembre de 2021 con gran emoción e incontables recuerdos rondando mi mente: Minnie Miñoso y Tony Oliva fueron elegidos para el Salón de la Fama del Béisbol Nacional por el Comité de la Era de los Días Dorados.
El gran momento llegó, convirtiendo este domingo en un día histórico para el béisbol cubano. Miñoso fue propuesto en 14 de 16 votaciones (87,5%), mientras que Hodges, Kaat y Oliva fueron nombrados cada uno en 12 de 16 votaciones (75%), y las cuatro alcanzaron el umbral del 75% necesario para ser elegidos. El Comité de la Era de los Días Dorados consideró a 10 candidatos que impactaron principalmente entre 1950-69.
Jim Kaat y Tony Oliva son los únicos dos miembros que aún viven, pues lamentablemente Fowler (1913), Hodges (1972), O'Neil (2006) y Miñoso (2015) ya fallecieron. Con la entrada de Minnie Miñoso y Tony Oliva, ahora Cuba es el país latino que más peloteros ha visto llegar al Salón de la Fama de Cooperstown, dejando atrás a Puerto Rico (4), República Dominicana (3) y Panamá (2), respectivamente.
El gran “Cometa” Minnie
Minnie jugó en la Liga Nacional Negra con los cubanos de Nueva York de 1946 a 1948 antes de debutar con los Indios de Cleveland en 1949. En 17 temporadas jugó con los Indios, Medias Blancas, Cardenales y Senadores. Su virtuosismo para brillar dentro del campo lo destacó como uno de los grandes jardineros de la década de 1950. “El Cometa cubano”, como le llamaban, logró combinar fuerza, versatilidad, velocidad y una gran defensa élite. Pero nada fue tan impactante como la figura que logró esculpir Minnie, convirtiendo su legado en inspiración para los jugadores negros.
Minnie jugó en las Grandes Ligas en cinco décadas diferentes, fue el primer pelotero negro que desafió la imperante barrera racial en Chicago, y el héroe de Roberto Clemente. “Era el Jackie Robinson de todos los latinos”, dijo el puertorriqueño Orlando Cepeda. “Debería haber sucedido cuando todavía estaba con nosotros”, dijo el mes pasado el presidente del Museo de Béisbol de la Liga Negra, Bob Kendrick, refiriéndose a la elección de Miñoso. “Sé lo mucho que significó para él. Quería ser un miembro del Salón de la Fama. Merecía ser un miembro del Salón de la Fama”.
Probablemente, lo más cerca que estuvo Miñoso de entrar al Salón de la Fama fue en 2006, cuando se creó un comité especial para elegir a todos los restantes miembros de la Liga Negra que eran dignos de elección. Seleccionaron a 17 jugadores, pero dejaron fuera a Miñoso, a pesar de que estaba en la boleta. El argumento por el cual se tomó la decisión, según informó el comité, fue que Miñoso solo jugó tres años en las Ligas Negras.
Recordando aquella decisión de 2006, quienes valoramos el gran impacto de Minnie, apreciamos que se haya tenido en cuenta su indudable grandeza, luchando contra la discriminación racial dentro y fuera del campo. Minnie y su historia, sin dudas, aún siguen siendo motivo de inspiración no sólo para incontables jugadores cubanos o negros, si también para peloteros latinos y de cualquier nacionalidad.
A menudo parece como si ese valor se dejara pasar por alto, pero en el corazón del juego—donde se unen todas las pasiones y razas sin distinción—, la experiencia de vida y el coraje de “El Cometa cubano” vivirá por siempre en nuestras memorias.
Honorable inmortal, Tony Oliva
Si la carrera de béisbol de Pedro “Tony” Oliva hubiese dependido de sus manos, probablemente su caso de Hall Fame hubiese sido resuelto mucho antes. Las manos de Tony concentraban y dirigían buena parte de su gran valor como jugador: Su implacable swing, un giro de muñecas devorador de pelotas de béisbol y una asombrosa potencia en su brazo para tirar desde cualquier posición desde los jardines.
De hecho, la potencia de Tony no sólo se debía a su habilidad para golpear: Era, literalmente, un peligro con el bate en sus manos. Además de los múltiples turnos que definió—con un promedio de .304 en su carrera de 15 temporadas—, el swing de Tony era una amenaza cuando se escapaba de sus manos.
Su compañero de equipo, el también miembro del Salón de la Fama, Harmon Killebrew, varias veces confesó que había visto a pocos jugadores completar un swing con tanta fuerza. Incluso, Killebrew fue golpeado dos veces por Oliva, cuando los bates volaban mientras estaba de pie en el círculo de espera. Killebrew dijo que una vez le pidió a Tony que atara una cuerda a su muñeca derecha y el otro lado al mango del bate.
Y, si lo analizas, esa despiadada potencia fue una de las virtudes más admirables que Tony Oliva convirtió en la principal herramienta para trascender y ganar honores como un genio del bateo. Debutó en 1964 y rápidamente el sonido de su bate cuando golpeaba cohetes de línea se hizo tendencia. Esa distinguible diferencia no era notable por aplastar pitcheos y producir jonrones, sino porque Tony logró combinar su astucia con la habilidad de golpear. Dominaba la zona de strike y su bate podía alcanzar cualquier punto dentro o fuera de la zona, enviando la pelota audazmente por donde fuera posible.
Como novato a los 25 años en 1964—aunque su fecha de nacimiento real era un misterio tras su llegada a Estados Unidos con el pasaporte de su hermano Pedro—, lideró la liga en hits, carreras, dobles y total de bases. Fue el primer cubano en ganar el premio al Novato del Año y apenas el tercer latino en la historia de MLB, detrás del venezolano Luis Aparicio (1956) y el puertorriqueño Orlando Cepeda (1958). También pudo haber ganado el premio de MVP, al igual que al año siguiente.
En 1965, Tony volvió a liderar la liga en promedio de bateo, siendo el primero entre sus compatriotas cubanos en ganar un título de bateo de Grandes Ligas. Pero el sello más espectacular que rubricó Tony fue que pasó a la historia como el primer jugador de Grandes Ligas—latino o no— en ganar el título de bateo en sus dos temporadas iniciales.
Luego de esos dos primeros años, la brillantez y el talento de Tony Oliva siguió impactando en la élite del juego, pero básicamente entre 1964 y 1971 parecía dominar a sus anchas el pitcheo de la liga. Fue un destacado fildeador en el outfield con respetable brazo, un astuto corredor en las bases y el tipo de bateador que no mostraba debilidades en su swing contra cualquier pitcheo que cruzara el plato. Encabezó la liga cinco veces en hits, cuatro en dobles, y una en slugging, total de bases y fly de sacrificio, respectivamente.
Los números generales de su carrera por cada 162 juegos, demuestran parte de la genialidad de Tony Oliva como bateador: Promedió .304 en su carrera, pocos ponches (62), y fue un bateador de contacto que combinó interesantes promedios de poder—32 dobles, 21 jonrones y 92 RBIs por año—.
Así que ahora, una vez más, sólo me imagino hasta dónde habría llegado Tony Oliva si sus molestias en las rodillas no hubieran erosionado su carrera. Obviamente, eso nunca lo sabremos, pero es reconfortante ver que, aun así, Tony Oliva fue, es y será otro inmortal del béisbol cubano en el Salón de la Fama.
¡Bienvenido a Cooperstown!
(Foto: MLB)
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