El poder y la velocidad son dos de las principales cualidades que, cuando los atletas más virtuosos pueden exhibirlas a su máxima expresión en el béisbol, generan grandes emociones.
Si de poder se trata, sin dudas el jonrón es la principal muestra a considerar para los bateadores. Y, en cuanto a la velocidad, ese sensacional deslizamiento seguido del ¡safe!, que define el robo de bases. Obviamente, esas no son las únicas dos obras maestras de los peloteros capaces de combinar el poder y la velocidad, pero sin dudas las que definen tales habilidades.
Aunque hemos visto peloteros con impresionantes capacidades atléticas, a no pocos les ha sido muy difícil extender el “arte del robo de bases” junto al “poder de batear jonrones” a lo largo de su carrera. Incluso, sobran los ejemplos de bateadores con una gran capacidad física que, en algún punto de su historial, se lesionaron frecuentemente o sufrieron regresiones en el rendimiento. Por eso, cuando regresaron a la acción, a pesar de aún contar con calibre para mantener encendidas sus herramientas, cambiaron su estrategia de juego.
En lugar de exponerse al robo de bases por temor a otra lesión, prefirieron resumir su juego agresivo a su herramienta de poder. Esa es una tendencia razonable para jugadores que se vieron obligados a readaptar el empleo de sus virtudes como corredores. Y, justamente por este último proceso, es tan admirable cuando un jugador puede extender su carrera luciendo la habilidad de robar bases y batear jonrones.
Revelando el Club de “200-200”: Jonrones y bases robadas
A través de la historia del béisbol cubano ha habido varios peloteros con admirables virtudes y potencialidades que nos han hecho amar este juego. Sin embargo, no todos esos grandes protagonistas capaces de inspirarnos lograron extender la dicha de contar con el poder y la velocidad a lo largo de sus carreras.
De hecho, si analizamos la lista recordando a todos los bateadores que han producido consistentemente en la historia de las 60 Series Nacionales (1962-2021), los resultados te sorprenderán. Una vez que filtramos a los bateadores con al menos 200 jonrones, el grupo selecto de bateadores con al menos 1,000 PAs (apariciones en home) en Series Nacionales, se reduce a 40.
Pero, cuando buscas en ese aglomerado de 40 a quienes fueron capaces de robar al menos 200 bases en su carrera, ¿sabes a cuánto se reduce nuestro Club de “200-200”? ¡Apenas dos!
¿Qué?
Sí, ¡dos!
¿Quiénes fueron?... ¡Omar Linares y Víctor Mesa! Para de contar.
La capacidad atlética de ambos y su talento para jugar béisbol fue fascinante. “El Niño” Linares, bateó 404 jonrones y se robó 246 bases en 20 temporadas, mientras Víctor “El Show Mesa”, despidió 273 pelotas fuera del parque y estafó 589 almohadillas. Desde el retiro de Omar en 2002 —Víctor fue sometido al despido de los diamantes en 1996—, ningún otro pelotero ha podido romper dichas marcas de “200-200” durante los últimos 19 años.
¿Quiénes han sido los contendientes más cercanos? Podemos agregar solo dos más a la lista: El outfielder tunero Ermidelio Urrutia (retirado desde 1997) y el antesalista espirituano Yuli Gurriel (jugó su última campaña en Cuba durante 2015-2016, antes de firmar con los Astros de Houston por $47.5 millones de dólares).
Urrutia, bateó 221 jonrones y se robó 180 bases tras 16 series, quedándose a 20 estafas del Club de “200-200”. Y, Yulieski, quien jugó 15 temporadas —sus últimas tres vistiendo el traje de Industriales—, tenía todas las proyecciones posibles para lograr 300 jonrones y 200 bases robadas, pero se quedó con 282 y 153, respectivamente.
Junto a Urrutia y Yuli Gurriel, es justo agregar a Luis Ignacio González, quien junto a ellos cerró en el Club de “150-150”, con 172 bambinazos y 165 bases robadas durante 18 series. De ahí en fuera, entre los 40 bateadores que pudieron sacar más de 200 pelotas del parque en Series Nacionales, apenas 12 —contando a Ermidelio y Yuli Gurriel— llegaron a registrar al menos 100 robos.
He aquí el listado y las bases robadas que le faltaron a cada uno para haber ingresado al Club de “200-200”:
Ermidelio Urrutia, Las Tunas 20
Yulieski Gurriel, Sancti Spíritus 47
Lázaro Madera, Pinar del Río 51
Fernando Sánchez, Matanzas 65
Lourdes Gurriel, Sancti Spíritus 78
Rolando Meriño, Santiago de Cuba 80
Luis Giraldo Casanova, Pinar del Río 80
Oscar Machado, Villa Clara 87
Lázaro Junco, Matanzas 90
Oscar Macías, La Habana 90
Yoelvis Fiss, Ciego de Ávila 97
Víctor Bejerano, Granma 100
De los 15 bateadores que sumaron al menos 200 bases robadas, Luis Ulacia fue quien más cerca se quedó de los 200 jonrones, sumando 145 en sus 21 temporadas.
En la Serie Selectiva de 1992, cuando Omar Linares se robó 11 bases para acumular 201 en su carrera —el mismo año que Víctor Mesa sumó su robo 513—, el Club de “200-200” recibía a su segundo miembro. Y, desde entonces, ninguno de los 298 bateadores que han debutado y registraron al menos 1,000 visitas por el plato ha logrado la brillantez de Linares y Víctor.
A día de hoy, tras casi dos décadas, podemos recordar los constantes cambios de sistemas de calendarios, horarios, y variedad en cuanto a la utilización de implementos como bates y pelotas diferentes dentro de la liga cubana. Desde inicios de este siglo XXI, el éxodo de jugadores —la mayoría persiguiendo el sueño de firmar contratos y llegar a las Grandes Ligas— también ha roto la posibilidad de que se extiendan las carreras de peloteros talentosos en varias generaciones dentro de la isla.
Todos esos efectos también han influido en que no aparezcan por mucho tiempo peloteros de cinco herramientas o, como Linares y Víctor Mesa, capaces de exhibir las virtudes del poder y la velocidad por casi 20 años.
Tal vez pudo haber llegado Yuli Gurriel, quien terminó bastante cerca. O quizás, el granmense Yoenis Céspedes, aunque acumuló 177 jonrones, pero se quedó rezagado con 58 bases robadas en ocho series.
Lo cierto es que, al final, por una razón u otra, ninguno de ellos pudo entrar al Club selecto de “200-200”, donde sigue siendo intocable el legado de Omar Linares y Víctor Mesa, dos de los peloteros más sensacionales de todos los tiempos.
Bajo los constantes cambios a los cuales se someten las Series Nacionales actuales y el imparable éxodo de jugadores, por momentos parece que se disipa un poco la esperanza de ver a un pelotero talentoso al menos por una década luciendo sus habilidades.
Ha sucedido desde inicios de la pasada década, y nada indica, al menos por el momento, que la situación se detendrá. Por esas razones, parece difícil que otro bateador pueda cambiar la historia.
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